sábado, 1 de noviembre de 2014

Sobre el origen de las momias rubias del mundo andino


 Momia dolicocéfala de cabello rojizo, perteneciente a la cultura Nazca, de Perú.


La historiografía ortodoxa de América ha propuesto una línea de poblamiento y cronología ocupacional del continente de norte a sur, por medio del cual diversas oleadas de grupos protomongoloides y mongoloides –originarios de distintos puntos de Asia–, fueron paulatinamente habitando el “Nuevo Mundo”.

Esta teoría ocupacional ha determinado, de esta manera, no sólo la cronología cultural sino también una exclusiva tipología del habitante prehispánico, es decir, las características étnicas de los habitantes de la América Aborigen.

Contra el dogma cronológico-ocupacional aparecen aún en la misma concepción historiográfica oficial sitios como Pedra Furada en São Raimundo Nonato, en Brasil, con presencia humana que oscila entre 60.000 a 32.000 a. p.; Piedra Museo, en la Provincia de Santa Cruz, en Argentina, con vestigios de 13.000 años a. p. (11.000 a. C.); la cueva de Piquimachay, en el Departamento de Ayacucho en Perú, con fechas en torno a los 11.000 años a. C.; y Monte Verde en la Región de Los Lagos, en el sur de Chile, donde las investigaciones han identificado dos asentamientos: Monte Verde I (MV-I) y Monte Verde II (MV-II), teniendo MV-I aproximadamente 33.000 años de antigüedad y MV-II entre 12.800 y 12.300 años.

Estos asentamientos arqueológicos quiebran la cronología, pero no el dogma darwinista de la evolución tecnológica.

Momias de cabellos rojizo y rubio. Corresponden, respectivamente, a descubrimientos realizados
en Nazca, Paracas y Nazca (Perú).

 
Dos estampas de una momia del Cementerio de Chauchilla en Perú.


En cuanto a la tipología del habitante prehispánico, caracterizado por la braquicefalia, el pelo negro e hirsuto, el color cobrizo de la piel y la estatura promedio de 1,60 m, características que por cierto se encuentran en los indígenas y sus descendientes, pero que de modo alguno son EXCLUSIVAS para todos los habitantes del mundo precolombino. Así, se ha constatado en numerosas crónicas y registros etnohistóricos la existencia de los indios blancos desde la invención hispánica del “Descubrimiento” de 1492 hasta las observaciones realizadas por diversos exploradores durante las primeras décadas del siglo XX.

Los ejemplos de esta población aborigen se descubren en el arte y la iconografía prehispánica, como en las mentadas crónicas y escritos elaborados por conquistadores, misioneros y cronistas (Sobre este campo véanse http://losvikingosenamerica.blogspot.com.es/2012/10/el-misterio-de-las-momias-blancas.html , http://losvikingosenamerica.blogspot.com.es/2012/11/el-misterio-de-los-indios-blancos.html y http://losvikingosenamerica.blogspot.com.es/2014/10/la-poblacion-primigenia-americana-los.html ).

El descubrimiento de las denominadas momias rubias del mundo andino durante las últimas décadas, refuerza las exigencias de revisar las pautas de la historiografía ortodoxa, aun cuando sus acólitos conscientemente ignoren las evidencias que no se amoldan al edificio cognitivo que han construido sobre bases tan precarias.

El antropólogo Jacques de Mahieu, intentando explicar la presencia de este grupo blanco nativo en América, escribía en su libro El gran viaje del Dios Sol. Los vikingos en México y Perú, 967-1532 (1976) sobre las momias encontradas hacia 1925 en la  península de Paracas, cerca de Pisco, en Perú: Las momias en cuestión corresponden a dos tipos raciales bien diferenciados. Unas son innegablemente mongoloides: Baja estatura, cara achatada, cabeza braquicéfala y pelo negro azulado, y pertenecen a individuos semejantes a los indios que todavía pueblan la región. Las demás, por el contrario, son de alta estatura, cara alargada, cabeza dolicocéfala y pelo claro, con variaciones que van desde el castaño al rubio “paja”, pasando por todos los matices del rojo, sin descoloración artificial. Quien viera, sin indicaciones de procedencia, la momia reproducida en la imagen II  no vacilaría en atribuirla a una mujer aria de raza nórdica. No se trata de meras apariencias y los especialistas opinan del mismo modo. Algunos pensaron, en un primer momento, que las medidas de la cara y del cráneo podían provenir de una deformación artificial como la que efectivamente, los indios peruanos producían a menudo en los niños, y que el color del pelo podía ser la consecuencia de la acción del tiempo. Estas hipótesis tuvieron que ser desechadas (Jacques de Mahieu, El gran viaje del Dios-Sol. Páginas 63-65).

 
Momias de cabellos rojizos en sus fardos, en el Cementerio de Chauchilla, en Perú.
Una momia de una mujer con cabellos rubios y trenzados, de origen incásico (Perú).


El profesor De Mahieu atribuía el origen de las momias rubias a la población nórdica arribada al continente antes de la empresa peninsular de finales del siglo XV, obedeciendo no sólo a un insostenible eurocentrismo sino también a la única explicación que él pudo vislumbrar. Desconocía De Mahieu el hecho fundamental que la presencia de población de tipo “europoide”, es decir, los indios blancos, corresponden en realidad a los paleoamericanos caracterizados por los cráneos dolicocéfalos o dolicoides –véase por ejemplo, la reconstrucción del rostro del Hombre de Kennewick, un paleoamericano cuyos restos fueron descubiertos en el banco del río Columbia en el Estado de Washington, en los Estados Unidos–, quienes vivieron en América antes de la irrupción de los grupos procedentes desde distintos regiones de Asia y que posteriormente serán conocidos como indígenas y a quienes, erróneamente, se les atribuye ser la población originaria del continente.

El origen de las poblaciones de los indios blancos, de acuerdo a la tradición mítica y a la evidencia arqueológica, se remonta al núcleo zoogénico antártico: La Patagonia.

Rafael Videla Eissmann
1º de Noviembre de 2014


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